viernes, 10 de febrero de 2012

24

Hace 24 días que cumplí 24 años. 24 son los años que llevo sin contar los 9 meses que estuve dentro de mi madre donde ya era criatura. 24 horas tiene el día y a veces no se ni en que agotarlas, 24 horas donde no paro de hacer cosas y no paro de hacer nada. A los 24 años me he comenzado a plantear si estoy donde quería estar a esta edad y me he dado cuenta que no tenia planes para esta etapa.

A los 24 tenía la certeza de que iba a tener la mitad de la vida resuelta y me podría dedicar a ser un aventurero, y a los 24 me he dado cuenta que no tengo nada decidido, que el lugar donde vivo y la vida que llevo me ha hecho cambiar de parecer y lo que antes siendo más joven tenia muy claro, ahora no tiene tanta claridad.

Me voy transformando en ese tipo de personas que van dejando todo para mañana y confían en que el tiempo todo lo arreglara en lugar de convertirme en esa persona excéntrica y loca que veo todos los días al mirarme al espejo. 24 años he tardado en darme cuenta que quizás no sea ese tipo de personas que cambian el mundo como fueran Martin Luther King, Albert Einstein, Mahatma Ghandi y una gran lista de hombres que dieron una razón a su vida y aportaron algo a la sabiduría universal.


Pero también me he dado cuenta que 24 años después aun no se ha borrado esa idea de mi cabeza, esa idea de que no quiero ser un peón en esta partida de ajedrez que se llama vida, esa razón por la que no seré alguien que pase por la vida con más pena que gloria. Porque aunque lo fácil sea ser uno más y la sociedad así lo quiera, no tengo intención de ser una oveja más.

Porque a día de hoy con más días de gloria que de pena, en ningún momento he dejado de crecer y aprender. Porque jamás se me olvidara lo que le dije a mi padre cuando tenía 13 años:

“Papa, no tengo intención de morirme sin que mi nombre aparezca en la calle de algún pueblo”.

En el campo, mientras cavaba y quitaba las hierbas al tabaco en un pedregal con durezas en las manos, me daba tiempo a pensar mil cosas, más aun con la imaginación de un preadolescente y la dichosa pregunta que te hacen los adultos desde que tienes uso de razón, --Hijo ¿Qué quieres ser de mayor?--. Aquella tarde decidí que no quería pasar desapercibido por la vida. Que cualquier persona desconocida me recordase, aunque solo fuese porque viviese en una calle con mi nombre, ya sería un gran premio para mí y un orgullo para mi familia.

Hoy recuerdo aquellas grandes conversaciones a media tarde cuando estaba cayendo el sol. Con 24 primaveras he llegado a la conclusión de que no existimos hasta que no tenemos un nombre, nuestra identidad, que por ilusoria que sea, se forma en torno a un nombre y el verdadero argumento de muchas vidas, el “leif motiv” de muchos hombres y este no es otro que hacerse un nombre en la historia.

Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”

No hay comentarios:

Publicar un comentario