sábado, 8 de abril de 2017

El quitamiedos

Se hacía grande a cada paso, el vuelo estaba cerca, sus ansias por cumplir años se recogían en la proximidad de su mayoría de edad. La independencia era su meta y a lomos de su moto se traducía en rebeldía, pero un quitamiedos se lo llevó todo.


Ahora todos los miedos eran suyos. La impaciencia ganó la partida y la impotencia se adueñó de su vida. Fijó el calendario de su familia. Ya no habría salida. El portal de su casa se convirtió en el principal escollo de su lapso, aquel maldito escalón no volvería a verle cruzar la puerta a hurtadillas, nunca dejaría de ser, un triste recuerdo de un 25 de diciembre.

Microrrelatos

Bajo la ciudad de las estrellas

Bajó a la ciudad de las estrellas, allí esperaba ella, cabello negro, melena rizada, mirada perdida y encontrada en la misma jugada. Ya habían superado lo más difícil, su relación a distancia, años de idas y venidas, representadas en un beso de andén. Quedaba el último paso, maldito escalón, la convivencia, como sello y firma a toda una vida de relación.

Tras años de caricias, llegaron los lamentos, la incomprensión de la ternura, por los momentos más severos, los mimos se desvanecieron y se quedaron en recuerdos.
Bajó a la ciudad de las estrellas y allí ya no esperaba ella.

Microrrelatos

lunes, 5 de septiembre de 2016

No hay vuelta

Hecho el check-in, no hay vuelta. Otro rumbo, un nuevo lugar, otra historia. Como siempre, con la maleta llena de sueños y pocas realidades. Nostalgias de vuelta, caminos hechos, pero no acabados, pensamientos perdidos en el fondo de un vaso. Cervezas bebidas como un glotón, con mucha sed y menos conversación, te alejas. Te alejas, te vas, te marchas, ni de dónde, ni de porqué, vas, no hay más.

Una larga cola, otro mostrador, allí sigues a tus pasos, a los pies de otro avión. Como siempre, creyendo en tus mentiras, creyendo en lo mejor, otro viaje, otra aventura, un de nuevo, un seguimos en la ola, otro vuelo al lado de la orilla, y al final, un anden por el que no pasará nadie.

Billetes, pasaportes, hoteles, casas, pisos, lugares, amigos, compañeros, muchas idas y venidas y un sinfín de hasta luegos. De muchos sitios y de ninguno, raíces y semillas por todos lados, tu cabeza en ningún sitio y tus ojos clavados en el espejo de cualquier lavabo.

No hay vuelta, no mires hacia atrás. Ya nada volverá a ser, ya nada volverá a estar. Los trenes pasaron y no te avisaron, la estación siempre se veía vacía.  En frases decadentes, todos dicen que cambiará. Tu con tú maleta, cuando no con tu mochila, otro autobús, otra carretera, una nueva promesa, otra bola. Sigue, sueña, qué queda, solo hasta la siguiente parada. 

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Importancia de importar

La importancia de a quién le importas no está en la atención que te prestan cuando lo pides, sino en saber estar en los momentos que más lo necesitas.

Las palabras se las lleva el aire, pero no se lleva el grano. El grano termina por caer en el vuelo. No se puede pedir, lo que tu no eres capaz de dar, no se puede ahorrar sufrimiento a quien no te lo ha ahorrado a ti. A deshoras, haciendo menos ruido del que hace al despertar, a mas de las tres, a más de la una. Sin explicaciones y en silencio, víctima de sus palabras, a pedida de lo que quiere, pero exenta de lo que no logra dar. La igualdad no existe sin el reconocimiento de nuestras carencias. Dormida en el despertar.

Pedir que te guíen la vida cuando te encuentras sola, cuando en compañía te han indicado el camino y omitiste la indicación. Decisiones pospuestas a la soledad que rechazaron la sociedad. Sembrando desconfianza en tu escudero a quien laceaste, para no dejarlo escapar. Molestias sin valor, perdida de un tiempo que estaba por planificar. Trabas a la importancia de a quien le has de importar.


Las dudas de tu camino déjalas para ti y no para los demás.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Valentina por Jesús Maria Rama Ballinote, su autor

Sangre, sudor y lágrimas. Un año y algunos meses después, a miles de kilómetros de donde se forjó al fin ve la luz. Nació en un cuarto de madera, con no mucha luz y con menos tiempo. Sin dedicación absoluta, pero con un solo fin. Fue en Granada, fue en verano y con mucho calor.

No es más que una historia, una historia muy posible, aunque también podría ser un sueño, un amor idealizado, un cuento de Disney, sin dibujos, escrito en piel, sin beso, sin manzana, sin rueca, sin lámpara. Puede ser una vida imaginada que a veces suena muy cerca. Ese momento en el que tienes los ojos abiertos pero no estas viendo lo que hay frente a ti, porque no hay nada, sonríes porque tu cerebro está proyectando uno de tus vídeos, de tus momentos imaginados, soñados.

Quizá sea una crítica, un reproche de lo que llegan a suponer decisiones globales. Esos dictámenes que se toman en grandes edificios y no tienen en cuenta como influyen estos en una familia mundana, en su día a día, en sus sensaciones, en sus sentimientos y como estos desconocen como llegaron a ellos. Solo es una vuelta por lo que nos toca de cerca en busca de su raíz. Al final acaba centrándose en una historia de amor, porque acabar fijándose en decisiones políticas hubiera bastado con continuar leyendo la historia de nunca acabar en cualquier periódico.

No es más que otra historia de estos tiempos que corren con un guiño hacía todos lados, pero tu la puedes entender como quieras.

Aquí os dejo un link a mi primera novela corta.



miércoles, 2 de septiembre de 2015

A veces pasa

A veces pasa, son días malos a la espera de alguno bueno. Un simple detalle o acción que te sumerge en la melancolía y en lo más profundo de tu pensamiento en busca de una respuesta.  Intentas encontrar en que momento fue y te das cuenta de que tu memoria tan buena para algunas cosas no logra recordarlo todo. A veces pensamos que es muy fácil saber lo que se ha hecho a lo largo de un día, pero lo cierto es que cuando estamos a punto de caer en los brazos de Morfeo la mayoría de esos datos han pasado a mejor vida. Poca gente tiene un almacenamiento cerebral en el que recordar al milímetro todo lo que hizo paso por paso a lo largo de un simple día que acabó siendo complicado.

Los problemas y ecuaciones jamás estuvieron en las matemáticas, desde del inicio siempre se hallaron en la vida. Aquello en la escuela o instituto nunca fue un problema. Despejar la X es siempre una constante en nuestro día a día. Esa X que señala momentos que no recordamos, aunque también puede encumbrar un momento o una persona que aún no ha llegado.

Vivimos tan sin darnos cuenta que a veces se nos escapan detalles que podrían alegrarnos el final de la jornada sin saberlo. Vamos de un lado para otro en cada trayecto como zombies, absorbidos, sin ver lo que nos rodea o sin saber donde estamos tan siquiera sentados. Caminamos sin mirar si nos quedamos algo atrás. Se nos escapa un detalle tras otro. Nos perdemos momentos y hasta cierto punto nos olvidamos objetos. Nos dirigimos hacia algún lugar por obligación y no por devoción. Por eso, a veces pasa, que perdemos detalles, momentos y cosas que no volveremos a recuperar. Estamos porque tenemos que estar, pero no nos encontramos allí.

A veces pasa, que estamos en nuestros cuerpos, pero no estamos en nuestras vidas.