A veces pasa, son días malos a la espera de alguno bueno. Un
simple detalle o acción que te sumerge en la melancolía y en lo más profundo de
tu pensamiento en busca de una respuesta.
Intentas encontrar en que momento fue y te das cuenta de que tu memoria tan
buena para algunas cosas no logra recordarlo todo. A veces pensamos que es muy
fácil saber lo que se ha hecho a lo largo de un día, pero lo cierto es que
cuando estamos a punto de caer en los brazos de Morfeo la mayoría de esos datos
han pasado a mejor vida. Poca gente tiene un almacenamiento cerebral en el que
recordar al milímetro todo lo que hizo paso por paso a lo largo de un simple
día que acabó siendo complicado.
Los problemas y ecuaciones jamás estuvieron en las
matemáticas, desde del inicio siempre se hallaron en la vida. Aquello en la
escuela o instituto nunca fue un problema. Despejar la X es siempre una
constante en nuestro día a día. Esa X que señala momentos que no recordamos,
aunque también puede encumbrar un momento o una persona que aún no ha llegado.
Vivimos tan sin darnos cuenta que a veces se nos escapan
detalles que podrían alegrarnos el final de la jornada sin saberlo. Vamos de un
lado para otro en cada trayecto como zombies, absorbidos, sin ver lo que nos
rodea o sin saber donde estamos tan siquiera sentados. Caminamos sin mirar si
nos quedamos algo atrás. Se nos escapa un detalle tras otro. Nos perdemos
momentos y hasta cierto punto nos olvidamos objetos. Nos dirigimos hacia algún
lugar por obligación y no por devoción. Por eso, a veces pasa, que perdemos
detalles, momentos y cosas que no volveremos a recuperar. Estamos porque
tenemos que estar, pero no nos encontramos allí.