La gente piensa que lo peces son animales inútiles, que tienen poca memoria, que apenas desempeñan una labor en el mundo y que son preciosos para tenerlos en un acuario, como si fueran un florero.
Pero lo que la gente no sabe es que esos peces viven en la inmensidad del océano subsistiendo a peces todavía mayores y que se mueven en función de las corrientes, siempre tienen alimento que llevarse a la boca. Y la mayoría aguanta la presión de la profundidad y distintas temperaturas térmicas. Por lo tanto no creo que sean animales tan inútiles. Llevan desde el principio de los siglos en la tierra incluso antes que el hombre. Pero bueno esa no es la cuestión, la cuestión es que yo tengo un pez.
Mi pez desde luego, no es cualquier pez, tiene la capacidad de comunicarse conmigo y es tan bello que seria una lastima tenerlo tan solo en un acuario, por eso yo lo tengo suelto. Mi pez es muy inteligente o por lo menos a mi me lo parece. Lo malo, es que el dice, que simplemente es un pez y como tal es muy pequeño, que apenas tiene memoria y se olvida de todo, y en algunas ocasiones se encuentra perdido como si buscara la salida en una vasija de vidrio.
Yo creo que mi pez es muy listo y lo que me cuenta es una simple coraza, pues mi pez ha viajado por toda Europa y ha sabido regresar, ha sabido mantenerse fuera y comer un día si y otro también. Incluidas sus necesidades especiales.
En cambio, no para de decirme que se parece a Dori, ese pez cómico e idiota con la voz de Anabel Alonso que aparece en “Buscando a Nemo”. Sin saber que hasta Dori viaja al fin del mundo buscando a Nemo. El solo me dice que es muy pequeño para este mundo. Que es el pan blando de un juego que acaba de comenzar. Lo que no sabe es que lleva bastante tiempo en el juego y ya no es el pan blando. Tiene que respetar las normas del juego, ese juego que decidió jugar y no faltar el respeto al juego con excusas de niño pequeño. No se ha dado cuenta de que ya no es un Pez es un Pezón.
Creo que lo que me quiere decir es que se ha aburrido de estar en mi casa, ya no le gusta su acuario. Tan solo hace como el pez suicida que tenia de pequeña Amelie y salta desde su enorme bol de cristal. No hace otra cosa que mandarme señales.
Mientras pienso, el anda esperando a que decida a llevarlo a la pajarería. Creo que después de esto no volveré a tener jamás un pez, tendré que vender la caña.
Pues “Por la boca muere el pez”.
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