martes, 4 de febrero de 2014

Un juguete roto



Tu sonrisa tan elegante, tu cuerpo un grito al cielo, la belleza no lo es todo. Eres un juguete roto del que no he parado de juntar las piezas y siempre me ha faltado alguna. Nunca es nada tan suficiente como para hacerte feliz y es imposible volver al momento del golpe donde te hiciste añicos.

No hay tiritas, ni parches, ni modo de afrontarlo, solo anestesia a la que te vas acostumbrando, como una droga de la cual solo te queda el mono y nada de lo que antes parecían beneficios. Solo soy un bálsamo en un día de Spa, cinco segundos de sol en un día nublado, las palomitas calientes de un día frío, el pegamento que no arregla nada y soluciona algo por momentos. Solo eso.  

Todo esto es un puzzle del cielo, donde yo tengo solo azul, y tú, las nubes y algún avión, pero a ambos nos faltan los pájaros y algún horizonte a la vista. A la foto perfecta le faltan elementos, objetos que desconocemos, faltan piezas, piezas de un juguete roto, piezas que igual que un manco con su mano sabemos que no volverán.

A veces es imposible compartir el tiempo con la ausencia, pero necesitamos aprender a convivir con ella, como aquella persona que se marcha por la acumulación de los años o por enfermedad. No hay sustitución posible, solo la posibilidad de andar el camino con la ausencia del brazo. El camino no será peor, solo diferente.

No podemos obligar a nadie a que pague los errores de otros, ni sus retiradas, ni la extensión de sus traspiés. No podemos hacer que pasen por la piedra de nuestra justicia. Las inseguridades y los daños del pasado se convierten en los miedos que nos atenazan y atormentan, sin aprender a convivir con ellos no hay futuro, menos aun si obligamos a que lo padezcan quienes nos rodean.

Un juguete roto no es menos juguete que uno nuevo. El nuevo se puede romper en cualquier momento, pues se rompen con su uso, y para que es un juguete sino para jugar.

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