Hecho el check-in, no hay vuelta. Otro
rumbo, un nuevo lugar, otra historia. Como siempre, con la maleta llena de
sueños y pocas realidades. Nostalgias de vuelta, caminos hechos, pero no
acabados, pensamientos perdidos en el fondo de un vaso. Cervezas bebidas como
un glotón, con mucha sed y menos conversación, te alejas. Te alejas, te vas, te
marchas, ni de dónde, ni de porqué, vas, no hay más.
Una larga cola, otro mostrador, allí
sigues a tus pasos, a los pies de otro avión. Como siempre, creyendo en tus
mentiras, creyendo en lo mejor, otro viaje, otra aventura, un de nuevo, un
seguimos en la ola, otro vuelo al lado de la orilla, y al final, un anden por
el que no pasará nadie.
Billetes, pasaportes, hoteles, casas,
pisos, lugares, amigos, compañeros, muchas idas y venidas y un sinfín de hasta
luegos. De muchos sitios y de ninguno, raíces y semillas por todos lados, tu
cabeza en ningún sitio y tus ojos clavados en el espejo de cualquier lavabo.
No hay vuelta, no mires hacia atrás. Ya nada
volverá a ser, ya nada volverá a estar. Los trenes pasaron y no te avisaron, la
estación siempre se veía vacía. En
frases decadentes, todos dicen que cambiará. Tu con tú maleta, cuando no con tu
mochila, otro autobús, otra carretera, una nueva promesa, otra bola. Sigue,
sueña, qué queda, solo hasta la siguiente parada.